lunes, 19 de noviembre de 2007

PISANDO DOS VECES


Todos los días jugamos al atuendo, rutina matutina a medio despertar, con lagañas le echamos el ojo a quien nos guarda la apariencia, tendiéndonos un día más.

Pero que mejor jugar todos de noche, saber que la gente se atreve, que la ciudad busca con ganas de escapar, de salir encapuchados al reencuentro, desamarrándonos por dentro y amarrándonos alas, colmillos, pestañas picadas, jorobas, colguijes, hasta que el de adentro nos posee y sale bailando con bastón.

Paso a paso se va disimulando ser y es ahí donde se intercambia la piel, se postra otra mirada y entre risas me voy recordando.

Se siente la ciudad transformarse, lenta por la luna, noche perfecta para la mutación.

Esta vez ni tu venias de Peter Pan ni yo traía mis alas, mi querido payasito. La mortisia era morena, las brujas no eran tus amigas y los machitos florecían a gusto de play boy. Tan contentos todavía nos siguen pisando los tacones.

Algunos ni el caminado los delataba pero a ti, se te escapaba de la corbata, tu noble sonrisa subrayada. Disfrazado te permitiste ser, dentro del atuendo te vi que sudabas, estabas por donde entraste conteniéndolo al filo de la seda, desde ahí te asomabas, y yo, yo venia sin mi capa.

El -nunca jamás- extiende sus secretos, de rodillas con el corazón recto, desdoblo, escucho, me como tu sonrisa de sobra en esta borrosa noche con disfraz.

Aquí seguimos pisando dos veces.