miércoles, 8 de abril de 2009

COLICOS DORADOS

7:20 de madrugada, la alarma suena, te estiras a tientas, apagas el despertador cuidando esos 5 minutos sagrados antes de amanecer. Hoy especialmente, te cuesta trabajo salir, un empujón sin ganas te levanta y comienzas el día. El baño, mucho vapor, pasta de dientes y rubor. En la cocina el agua chifla para terminar de despertarte. Respiras…

Te animas con el desayuno enlistando entre el pan y el sorbido del café tus pendientes. De reojo el periódico te dice que ya comenzó el mes FEBRERO y con él, la renta, el agua, las mendigas tarjetas y el bendito seguro. Dejas la lectura de lado y te pones sacar cuentas rápidamente, descubres el rezago económico de tu mala administración y mejor tomas la pluma dejando correr la tinta comienza el paisaje entre tus cuentas y tanto pendiente, vueltas y vueltas. Te pierdes adornando tus quehaceres de azul y con el desgane mensual te terminas la hoja entera.

Oyes que timbran a la puerta y sigues dibujando, tocan otra vez ¿quién?, Soy yo, Tu Tia Ruperta ábreme, Tía buenos días, pásale que gusto verte por aquí, que te ofrezco. No hija ni te molestes ando dando vueltas desde temprano y te traigo tu dinero de este mes, acabo de recibir un pago fíjate y no quiero postergar esta cuenta, te traje estas galletas glaseadas, te encantarán. Abre su bolso y consigue pescar la cartera, entre estampitas, monedas y un montón de llaves, me deja un sobre manila en la mesa con mi nombres subrayando, aquí esta mi amor, me da un beso, las galletas, sonríe. Regresa todo al bolso y desaparece llevándose el ruido detrás de ella. Se cierra la puerta, llega la calma y ahí estoy con el dinero, las galletas y mi café, volteo al sofá y no hago más que solapar a mis instintos.

Me lanzo a él, llega la pesadez, endurecida en mi silueta, me hundo en el sofá y estoy abrazada del cojín queriéndolo más y más. Llegaron los días que arrastran mi centro de gravedad dejándome fuera de mi, apenas alcanzo a respirar, jalo el aire con la espalda, siento el corazón palpitando bien abajo donde me doblo y la impaciencia me vuelve a sentar. Sincol, concol, pecho tierra, té de canela, de hiervas, ungüentos en el ombligo. No hay remedio mas que acordarme de ser mujer, atenderme mi debilidad y seguir ahí dentro con los cuidados de mi Tía, ¡la buena para paga!
Y ahí estoy reinando sin opción, en mi sofá doblada, con el tiempo cautivo, el pendiente detenido, la culpa, sin ganas de dar excusas, sintiéndome irresponsable de no poder ni salir.

Bienvenidos estos días de cólicos dorados para escucharme a mi, en el secreto en que me rindo y me acuerdo de ser mujer, aprendiendo a serlo por periodos, encendida en el verano, ceniza y nómada en el otoño, reservada con el viento en el invierno y excesiva en la estampida de los ciclos de la mujer.